viernes, 21 de octubre de 2011


Pacto de sangre

Editorial de Roberto Bonafont. Cuando Zubeldía abrió por primera vez la puerta de Barcelona, sintió que el equipo estaba envuelto en una nube gris. “Dura tarea”, pensó. Era como agitar las aburridas y pesadas aguas del Mar Muerto. En poco tiempo pudo descifrar los pequeños misterios que se ocultaban detrás de las paredes del vestuario canario.
Después llegó el trampolín táctico para tener los principios de juego muy claros. Su sistema 4- 2- 3- 1 es el libro de ruta para no perderse en el camino. El fútbol es un estado de ánimo, juego estratégico y espectáculo de laboratorio.
Zubeldía contagió a sus jugadores con sus convicciones firmes, sin caídas anímicas. Su trabajo aún no está para ser expuesto en el Louvre, pero satisface. Tiene el respaldo incondicional de sus jugadores; por él los canarios son capaces de correr veinte metros más de lo que las piernas lo permiten. Quien conoce el sabor de la derrota, valora mejor sus triunfos.
En Barcelona especular significa equivocarse, esperar es dar la iniciativa al rival, por aquello el equipo protagoniza. Hay una intención de toque casi religiosa que se nota cuando la pelota empieza a rodar. Hay una verticalidad que es paciente y espera el momento justo para el pase entre líneas. Tenencia de pelota y movilidad para desgastar al rival. No achica de forma suicida.
La solidaridad es una de sus consignas. Tácticamente se dejan muy pocos detalles al azar. El equipo es más importante que cualquier jugador. El estratega está convencido y afirmado, para no dejarse atropellar por la urgencia ni la presión de años sin títulos. El que no ha caído, no sabe cómo levantarse.
Barcelona y Zubeldía han sellado un pacto de sangre. El equipo canario aplica la autocrítica y el perímetro contenedor (la protección que debe tener el jugador dentro del grupo). El entrenador no los maneja con la culpa y el equipo se vuelve aguerrido en conceptos.
La danza del toque se convierte en ritual sin contemplaciones. Ganar es una necesidad de mercado, pero también jugar bien. Barcelona encuentra el eje y comienza a crecer. Funciona la estructura táctica; tiene en Díaz a un conductor que armoniza el juego.
Los jugadores han aprendido a adaptarse a los distintos planteos: se busca la segunda o tercera jugada. Presión, ritmo rápido de balón hasta conseguir que el rival se sienta incómodo. Transición defensa ataque, ataque defensa. Tiene velocidad de ejecución en todos y cada uno de los balones para no convertirse en un cuadro previsible.
¿Maravilla? No. Personalidad en el momento oportuno para remontar cuando llega la mala hora. Zubeldía quiere escribir su propia historia. Tiene un equipo con gran vuelo y no un relámpago de ficción.
Fuente: Diario Expreso

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