viernes, 20 de abril de 2012

LA GARRA NO SE NEGOCIA


Estadio Monumental, según advertía el cartel de entrada, o paraíso, al decir de los aficionados del Astillero. Fue un espectáculo de camisetas al viento, serpentinas gigantes, nevada de papelitos, bengalas marinas y esperanzas que morían y nacían por minuto. Pasó el tiempo pero la pasión del pueblo se mantuvo firme y aumentó. Tenía aroma de nostalgia, de goles, un canto añejo de vida sin edad. Todo al compás del rugir de la tribuna. El espectáculo era tan hermoso que daban ganas de que el partido no empiece.
Desde el córner Pedro Quiñónez levantó la pelota en brillante asistencia calculada para José Quiñónez, quien apenas tocó el balón. Mariano Mina remató de volea, el palo atajó más que el arquero. Emelec aplicó 4-4-2, trapecio, línea de cuatro, hombre en zona en el fondo; dos extremos, doble pivote de contención y doble punta arriba. Dreer se convirtió en el primer pase ofensivo. Pelota larga, Campos la peinó hacia atrás, Erazo no la pudo controlar, Valencia cortita y al pie para Figueroa , pared en descarga para Valencia. El vértigo del precipicio. Mostró la pelota para después esconderla, encaró y pasó. Pasó y siguió. Volvió a demostrar su clase. Un arma solitaria. El coleccionista de hazañas sacó un remate alucinante y gol. La respuesta fue Díaz, estratega elegante, incansable gambeteador. Nadie le quitó espacio ni ángulo. Tuvo drama, genio y buen nivel. Deslumbró su asistencia vertical para Narciso, Dreer buscó el bulto abajo: penal. El juez no lo cobró. Un tiempo para cada equipo. Barcelona mantuvo el 3-4-2-1 con poco equilibrio entre líneas. Giménez tocó mal hacia atrás, Narciso picó y José Quiñónez enganchó el hombro de Narciso, el juez señaló penal. Mina, el que deslumbró por su capacidad para crear situaciones, marcó el empate de la historia. Nadie escondió la pelota, el partido tuvo coraje y entrega.
Editorial de Roberto Bonafont @robertobonafont
Fuente: Diario Expreso

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