martes, 6 de noviembre de 2012

CAMPEONATO PERDIÓ SU MALABARISTA
¡Campeonato perdió su malabarista!

Le gusta que lo traten bien, que le pasen el balón, sentirse importante en grupos. Así definen a Michael Arroyo, figura del Barcelona a la que ayer se le terminó el campeonato por una lesión.
Regresó a Guayaquil hace cuatro meses, después de una irregular temporada en México. Lo primero que hizo fue acudir donde Omar Quintana, ex directivo de Emelec y uno de sus tutores en su adolescencia. Él le sugirió que se comprara una casa en una exclusiva urbanización en Samborondón, donde actualmente vive con su familia.
Su estatus actual nada tiene que ver con sus inicios en el fútbol, cuando vivía en el barrio Las Malvinas en el suburbio de Guayaquil y jugaba para las inferiores de Emelec. El mismo Quintana, quien le alquiló una casa y cubrió su salario cuando recibió una sanción por dopaje, por consumir marihuana en el 2007, cuenta que le vendió el inmueble.
“Él merece vivir bien y aún le faltan por cumplir muchos sueños”. Atrás de la historia hay capítulos interesantes. Quintana, por ejemplo, le puso un preparador físico particular (Luis Grimaldi, ex seleccionador de la Tri) y un terapista de lenguaje para que mejorara su dicción. Aquí lo ayudó Ricardo Gómez.
Hoy, Arroyo es uno de los líderes en la plantilla del Barcelona. Su técnico Gustavo Costas lo mima con frecuencia, dice que su carisma contagia al grupo. Le insiste que su talento lo puede llevar a jugar a un mejor nivel. Otro de los que lo quieren como a un hijo es el seleccionador Reinaldo Rueda. “Michael debe rodearse de gente buena para que pueda rendir más. Hoy hay pocos jugadores técnicos como él”.
Después de su odisea por la sanción de dopaje regresó al fútbol con Rubén Insúa en el 2009 al Deportivo Quito, donde fue figura. El volante guayaquileño salió campeón con los chullas. Se acabó la temporada y fue vendido al San Luis de México por USD 1500 000 Esa temporada se acomodó en un elitista barrio de San Luis Potosí.
“Alquiló una linda casa para él y un BMW. Un día incluso se gastó USD 1 000 en el supermercado”, cuenta Jaime Molina, quien lo acompañó en México. Pero sus exigentes gustos para vivir, vestir y comer van a la par con sus exigencias consigo mismo, aseguran los que lo conocen. Ahora, él estará ausente seis semanas por una lesión.
Fuente: El Comercio

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