viernes, 28 de octubre de 2011

 COMO EN LAS ÉPOCAS DORADAS


Eran las 15:30 del miércoles pasado y los vehículos que circulaban por la Av. Barcelona lo hacían con algo de dificultad. El motivo, era que cientos de personas, en auto o a pie, se dirigían al estadio Monumental, donde se daría el cotejo entre Barcelona y Liga de Quito, el cual estaba pactado para las 19:30.
Muchos habían llegado desde las 12:00 al Coloso del Salado, con el fin de encontrar los mejores lugares en el interior del Monumental. “Tuve que hacerme el enfermo para que me dieran permiso en el trabajo, todo por venir a ver a mi Barce”, dijo un hincha que hacía fila para ingresar a la general sur y que no quiso identificarse.
A medida que transcurrían las horas, las filas para ingresar a las distintas localidades, especialmente las de general norte y sur, se empezaban a saturar de personas, muchosesperaban el descuido de los policías para saltar las cercas. Los gendarmes no se abastecían para controlar a aquellos que se querían saltar la fila o colarse en ellas.
Muchos policías, con canes o caballos, trataban de poner el orden, pero era casi imposible evitar reprimir a quienes causaban alboroto en las afueras del estadio. Recién a las 16:30 se abrieron las puertas y el caos aumentó. Muchos, con tal de ingresar, no respetaron la presencia de mujeres y niños.
A menos de una hora del cotejo, el Monumental estaba a “reventar”. La circulación por el lugar era imposible. La mayoría de personas que se trasladaba en auto prefería estacionar sus vehículos lejos del escenario y caminar hasta el lugar, algunos corrían aún con la vestimenta de trabajo (corbata, pantalón de vestir y zapatos de suela).
Ya una vez en el lugar, el estadio lucía como en los mejores momentos del equipo: lleno en su totalidad, todos los espectadores cantando y siguiendo la ola humana. Los cánticos, aplausos y chiflidos de la hinchada aumentaron cuando el equipo saltó a la cancha. Las bengalas iluminaron la noche.
Una vez que empezó el partido, las miradas estaban expectantes a lo que ocurría en la cancha. Cuando llegó el primer gol del ídolo, el frenesí invadió las gradas. Todos se abrazaron, celebraron y el grito de la hinchada fue en aumento.
El gol del empate y ventaja de Liga, enmudecieron el estadio. Los tantos albos cayeron mala los amarillos, pero cuando se dio el 2-2 para Barcelona, el estadio volvió a estallar. El júbilo no duró mucho, pues a pocos minutos del empate y del final se dio la conquista de Liga que acabó con la ilusión de los aproximadamente 60.000 espectadores toreros.
Fuente: El Telégrafo

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