domingo, 20 de noviembre de 2011

CLÁSICO PARALIZÓ EL PAÍS


La afición de los dos equipos más populares del país no escatimó en viajar hasta 10 horas para ver el cotejo. Pese a que el estadio no se llenó fueron entusiastas. El sol ni salía en Guayaquil y Jhony Vásconez, un barcelonista cuencano que llegó desde Machala, buscaba qué hacer para 'matar' el tiempo afuera de la terminal terrestre.
A las 04:00 solo los chamberos y uno que otro borracho caminaba por las calles, así que preferible era ir hasta la zona céntrica de la ciudad y esperar a que amanezca para ir a comprar la entrada para el Clásico del Astillero. Jhony y Andrea Aguilar, su novia, han sido desde siempre 'toreros' y el partido de ayer era obligado e imperdible.
“Nos estamos cocinando del calor, el clima está fatal, pero todo lo vale”, repetía agitado al mediodía cuando llegó al estadio. Como ellos, cientos de hinchas de todo el país se movilizaron para el partido inmortal. Miguel Grijalva, hincha de Emelec, llegó de Loja (10 horas de viaje en bus) para el compromiso.
Al preguntarle si no le resultaba más fácil verlo por televisión en señal abierta, Miguel contestó que el ambiente que se vive no tiene comparación. “Cocinarse en el sol, caminar y cantar varias cuadras con los verdaderos hinchas de tu equipo no tiene precio”, contestó. Pese a ello, la asistencia al estadio ayer no fue multitudinaria y más bien se vivía la fiesta en las calles. Era imposible caminar por Guayaquil y no encontrarse en una cuadra a alguien que portara la camisa o alguna prenda alusiva a los dos equipos más populares del país. La de ayer era la última batalla clásica del año.
En el centro de la urbe, en las calles Clemente Ballén y 6 de Marzo, Mayra Castro compraba una piñata de Barcelona para su hijo, pues era su fiesta de matiné y qué mejor que llevar la de su equipo de preferencia. Ya en los alrededores del estadio Banco Pichincha la actividad empezó temprano. A las 11:00 cuando más de un centenar de policías permitió que los hinchas apenas puedan hacer la fila para ingresar al estadio, ya que las puertas del escenario deportivo se abrieron recién a las 14:00, gran cantidad de aficionados se organizaba para ingresar bombos y ser revisados minuciosamente por los miembros del orden.
La reventa de boletos, infaltable; el expendio de comida, banderas, gorros y camisetas fue bajo durante la mañana, sin embargo, conforme se iba acercando la hora del compromiso el comercio mejoró. “Hay poca demanda, es difícil tener ganancias porque el momento que viven ambos equipos es totalmente diferente: el uno ya está en la final y el otro lucha por entrar. Además, mucha gente no iba a venir por estar más interesada en el concierto de Marco Antonio Solis más tarde (21:00), yo de aquí corro a vender allá”, aseguró Carlos Pincay, quien llegó a las 08:00 a las afueras del estadio con 50 bolsos y 50 camisetas, de las cuales hasta las 13:00 había vendido una.
La fiesta azul en la Kennedy
Los hinchas del equipo visitante emprendieron su marcha rumbo al Coloso del Salado como de costumbre a las 13:00. El intenso sol fue el enemigo más duro de vencer. Antes, desde las 11:00, cientos de aficionados se agolparon en las afueras del parque de la ciudadela Kennedy, donde fue la concentración.
“Somos visitantes, pero es hora de ponerles un alto a los canarios, nosotros ya estamos en la final y ellos aún en la lucha”, decía Marcos Moncayo, emelecista que caminó las más de 20 cuadras junto a su esposa Margarita Coello y su único hijo Samuel, de apenas 5 años. Otros en cambio siguieron el recorrido llevando un monigote de Barcelona metido en un ataúd.
El resguardo policial fue importante. Más de 50 policías resguardaron al grupo de hinchas en su recorrido antes y a la salida del compromiso. Los miembros del orden movilizaron en total más de 1.100 uniformados, entre policías a pie, motorizados y otros con canes amaestrados para detectar explosivos y droga. “Será una fiesta completa, nadie se ha sobrepasado y esperamos que el ambiente de fiesta deportiva se mantenga”, dijo Ricardo Pacha.
Fuente: Diario Expreso

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